Caos institucional
El caos que ha generado la fallida Reforma a la Justicia es el reflejo de la pobreza de nuestro sistema institucional que lleva a congresistas, al Gobierno, e incluso a magistrados a sobreponer sus intereses políticos y personales, sobre la integridad de nuestra Constitución y de nuestro Estado de Derecho. Este atentado contra la justicia y la Carta Política tiene como coautores a las principales figuras de las tres ramas del poder, no obstante, aunque se culpen unos a otros, los principales responsables son los parlamentarios. El Congreso no puede lavarse las manos de lo que aprobó casi con unanimidad, porque es en ellos y no en el Presidente, en quien hemos depositado la confianza para legislar.
La iniciativa de revocar a los congresistas que aprobaron la reforma no es más que un castigo efímero y mediático que no resuelve el núcleo del problema, el cual se centra en la crisis del sistema actual de representación en el Congreso. Tenemos por legisladores a personas que fueron elegidos por un 37% del censo electoral, este porcentaje incluye votantes comprados y coaccionados. Sin embargo, esta abstención trabaja de la mano del mayor problema de representación actual en Colombia, que se debe a nuestro sistema electoral, donde se emplea la circunscripción nacional como mecanismo para elegir al Senado.
La circunscripción nacional para la elección de senadores se tradujo en una disminución en lo que toca con la representación política, como expresión de una democracia moderna; en la práctica, los colombianos desconocen quiénes son sus senadores, y estos, a su vez, no se sienten obligados a responderles a sus electores. Las maquinarias electorales y los grandes capitales son los principales favorecidos con este sistema, y departamentos pequeños como el Magdalena o el Cesar se quedan relegados frente a otros de mayor expansión demográfica, como Antioquia y Cundinamarca. Por otro lado, los senadores hacen y deshacen sin tener que rendir cuentas, a sabiendas de que serán elegidos nuevamente por sus maquinarias, que les garantizan una curul, elección tras elección.
Este es el eje de nuestro problema, que sale a relucir con barbaridades como la Reforma a la Justicia, y no se combaten con revocatorias y sanciones temporales a las que el país está acostumbrado, sino con cambios estructurales. Se vuelve necesario recuperar el sistema de circunscripción regional, y a esto sumarle el voto obligatorio para disminuir los altos costos en las campañas políticas, para reducir la compraventa de votos, pero sobre todo para acabar con las maquinarias políticas, que son el talón de Aquiles de la democracia. También cambiaríamos la cultura de la abstención por la del voto en blanco, que genera efectos saludables para la democracia.
Propuestas serias como la del senador John Sudarsky de implementar el sistema electoral mixto deben ponerse sobre la mesa, porque plantean soluciones de fondo que pretenden recuperar el concepto de la representación y de la rendición de cuentas. Ya es hora de que empecemos a contemplar grandes cambios para problemas de tales magnitudes, y no quedarnos en meras revocatorias que, si bien son merecidas, no tendrán efectos favorables a largo plazo.
Por Tatiana Dangond Aguancha
@tatidangond