Encontrar hoy a Fernando González-Pacheco es toda una odisea. Aunque añora a su público, ya no le gustan los micrófonos. Para llegar a él se debe pasar por el filtro de su enfermera, quien celosamente lo cuida de cámaras y llamadas indiscretas. Solo unos pocos tienen la fortuna de superar ese difícil peaje para llegar a Pacheco y poder compartir con él algunos minutos de nostalgias, recuerdos y angustias. Pacheco es afable y gentil, guarda ese tono de voz ronco tan particular y, a pesar de las arrugas, las canas y los cachetes cada vez más escurridos, el sempiterno ícono de la televisión sigue siendo el de siempre.
Pacheco no es un nombre, Pacheco es una marca, tal vez la más valiosa que ha producido la televisión de nuestro país a lo largo de sus 58 años de existencia. No hubo ni habrá jamás un hombre no-político que represente tanto para los colombianos de la segunda mitad del siglo veinte como este eterno abuelo de los rayos catódicos a quien vimos presentando concursos, reinados y noticieros; actuando en telenovelas, teleteatros y musicales; conduciendo entrevistas a famosos o desconocidos. Todo lo hizo con total frescura, como si no fuera un ser humano, sino un hijo de la televisión.
Acaba de cumplir 80 años de vida, pero en realidad, cumplió 55 años de haber nacido para los colombianos. Salió del huevo en épocas de la televisión en blanco y negro, cuando los programas no se grababan sino se transmitían en vivo, y estuvo ‘al aire’ hasta hace unos seis años cuando los achaques propios de la edad lo alejaron de las cámaras.
Pacheco ha sido un gran conocedor y aficionado a los toros. Incluso actuó en una serie que recreaba la vida del matador César Rincón.
Es inevitable comparar el Pacheco de hoy con el de hace 20 o 25 años, cuando lo veíamos en la pantalla chica por lo menos tres días a la semana, al frente de espacios como ‘Charlas con Pacheco’, ‘Compre la orquesta’ y ‘El programa del millón’. En ese entonces, el primer presentador de la televisión colombiana vestía todos los días de saco y corbata, rodaba por las calles de Bogotá en uno de sus famosos Mercedes Benz y ocupaba siempre algún espacio en la vieja revista Elenco.
Su llegada a la televisión parece sacada de una historia de Hollywood. En 1957, Fernando González era camarero en un buque de la Flota Mercante Grancolombiana. Aunque esos barcos no se dedicaban al transporte de pasajeros, la amistad del propietario de la transportadora marítima con Alberto Peñaranda, dueño de la primera productora privada de televisión en Colombia, permitió que este ocupara un camarote en el mismo barco en que trabajaba Pacheco.
“Yo sólo sabía rasgar la guitarra. Tocaba unos tres o cuatro tonos y con eso me defendía para pasar los ratos libres con los compañeros, pero esa noche toqué la guitarra para el dueño de Punch Limitada, don Alberto Peñaranda”, recuerda hoy Pacheco. El empresario televisivo quedó sorprendido con el carisma del sobrecargo, pues no solo tocaba la guitarra, sino que tenía un agradable sentido del humor, en resumen era un personaje perfecto para la incipiente televisión nacional que necesitaba presentadores con carisma e ingenio.
Uno de los shows más recordados de la televisión colombiana fue ‘El programa del millón’. El que más dinero repartía en su época.
“Me vine a Bogotá como un ensayo. Iba a pasar sólo una semana en la televisión, pero esa semana se convirtió en 50 años”, dice el presentador.
El apartamento en donde vive Pacheco queda al norte de Bogotá, cerca de centros comerciales, grandes restaurantes y tiendas exclusivas; sin embargo, sale poco a la calle. Vive en un retiro voluntario, alejado de miradas escrutadoras y murmuraciones incómodas, rodeado de recuerdos e imágenes que dan fe de esas cinco décadas en las que fue el primer presentador de la televisión colombiana. Fotografías, dibujos, caricaturas y pequeños diplomas se apelmazan en los muros de la casa de Pacheco formando una gigantesca egoteca que da cuenta del cariño de amigos y desconocidos.
Es prácticamente imposible hacer calcular en cuantos espacios de televisión participó. Un listado no exhaustivo nos obligaría a mencionar más de una veintena: ‘Agencia de artistas’, ‘Animalandia’, ‘La Bella y la bestia’, ‘Cabeza y Cola’, ‘Compre la Orquesta’, ‘Charlas con Pacheco’, ‘Elija su pareja’, ‘Exitosos’, ‘Frivo’, ‘Música Maestro’, ‘Pacheco pide la pista’, ‘El Programa del millón’, ‘La Puerta Grande’, ‘Quiere cacao’, ‘Sabariedades’, ‘Sugar’, ‘Los Tres a las seis’, etc.
Antes de llegar a la televisión, Pacheco se dedicó a varios oficios como boxeador amateur e instalador de radios.
“A mí me marcaron muchos programas. Nunca quise hacer nada de periodismo, pero terminé haciendo las ‘Charlas con Pacheco’. Me gané varios premios Simón Bolívar con ellas, pero los premios no eran para mí, sino para los invitados”, dice humildemente, aunque nadie en el mundo de la televisión es capaz de negar que Pacheco ha sido el mejor entrevistador que se ha parado frente a las cámaras. De hecho, la periodista Margarita Vidal, quien también tuvo un espacio periodístico en televisión, señala que “Pacheco tuvo un estilo muy propio para hacer entrevistas. Él no interrogaba, sino que conversaba. Por eso encantaba a la gente”.
En todo caso, la faceta periodística de Pacheco no es la esencial de su carrera. Sin duda todo el cariño y respeto de los colombianos nació de su contacto con la gente de a pie, con niños y adultos de todo tipo que eran quienes durante media o una hora se convertían semanalmente en los protagonistas de los espacios de concurso de los cuales él era el anfitrión.
“Yo ya no me acuerdo de todos los concursos que presenté, no me alcanza la memoria, pero sí puedo decir que un programa que me marcó mucho fue Animalandia. Fueron 12 años consecutivos y todavía me sorprende que muchas personas me recuerden por ese programa en particular, a ellos les agradezco.”
Hablar con Pacheco es un ejercicio de paciencia. Sus pulmones no son los mismos de hace 10 años, cuando empezó a tener algunos problemas respiratorios por cuenta de su eterno vicio del cigarrillo. El paso del tiempo se refleja en su voz, en la cadencia de sus frases, en la falta de potencia a la hora de querer hacer énfasis en las palabras. Sin embargo, su mente funciona a la perfección, habla con franqueza de temas polémicos y aporta su granito de arena a debates sobre asuntos que le incumben.
Su carisma y espontaneidad lo acercaron a los más diversos personajes. Muchos de ellos pasaron por ‘Charlas con Pacheco’.
“La polémica de los toros tiene tanto de largo como de ancho. Los anti taurinos tienen razones respetables porque el espectáculo de la tauromaquia tiene momentos duros. Es bastante fuerte. Pero hay que tener una idea de lo que es el rito de la corrida de toros, esta debe ser vista desde un punto de vista artístico, aunque no debemos negar que tiene su parte negativa”. El equilibrio que intenta mantener Pacheco en el análisis sobre la prohibición de las corridas de toros muestra su talante conciliador. No asume posiciones extremas, no quiere entrar en conflicto, tal vez por eso él mismo dice que en la vida no ha hecho más que amigos.
Por su parte, el periodista Daniel Samper Pizano recuerda la faceta de comentarista de toros de Pacheco y lo destaca “porque él no necesita parecer el que más sabe, ni busca demostrar su gran conocimiento en el mundo de la tauromaquia. Él le habla a la gente y habla como la gente, por eso se distingue”.
Junto a su cama, Pacheco tiene un gran radio. Gracias a él se entera de lo que pasa en el país y en el mundo, pues oye más radio de lo que ve televisión. El resto de noticias llegan de la mano de los pocos y afortunados elegidos que lo visitan con cierta frecuencia y lo ponen al tanto de las historias del exterior. Los encuentros se desarrollan normalmente en su propia habitación. Pacheco permanece en la cama, acostado, con las cánulas de oxígeno en la nariz, y desde allí conversa con la visita sobre todo tipo de asuntos.
Por ejemplo, la llegada de sus 80 años es momento de reflexión y de gratitud, hecho que refleja en sus palabras hacia el país invisible que siempre lo ha querido. “Agradezco a la vida la oportunidad de haber vivido en un país que me lo dio todo. No nací en Colombia, pero me siento un colombiano más. Mi vida ha sido la de un colombiano que tuvo la oportunidad de vivir cosas maravillosas con gente maravillosa. Vivir en Colombia en un privilegio muy grande, que espero disfrutar por muchos años más”.
Colombia no volverá a tener a otro Pacheco. La televisión ha cambiado y crear un monstruo como él es imposible en esta época de televisión satelital y 200 canales disponibles. Su leyenda es imposible de replicar porque ninguno de los presentadores con que cuenta hoy nuestra televisión tiene ese carisma, esa espontaneidad y esa magia con que él lograba conectarse con el público. Fuimos afortunados quienes lo pudimos ver en cualquiera de sus programas porque pudimos enamorarnos de la televisión gracias al más feo de sus presentadores, en tiempos en que lo importante no era ser bonito, sino ser especial.
Por: Juan Pablo Calvas
Kien y Ke