Un país que creía haber visto todo en materia de violencia irracional se declaró estupefacto el miércoles con una noticia que, de llegar a confirmarse, sería la más insólita en los 50 años del conflicto armado. La Fiscalía ordenó la captura de Sigifredo López por su presunta participación en el secuestro de los diputados del Valle, ocurrido en 2002. Hasta ese día, el país estaba convencido de todo lo contrario: de que Sigifredo, el único sobreviviente de la masacre de los diputados del Valle, había perdido casi siete años de su vida como víctima de ese plagio en la selva. Es más, el hoy candidato a la Gobernación del Valle está esperando que resuelvan una demanda a su favor como víctima por 7.845 millones de pesos.
La historia, si resulta cierta, no tendría parangón con ninguna otra ocurrida en Colombia o en el mundo. La Fiscalía lo sindica de secuestro, homicidio agravado, perfidia y rebelión. Eso quiere decir que cree que Sigifredo López, cuando era diputado del Valle en 2002, no solo ayudó a la guerrilla a planear su propio secuestro y el de 11 de sus compañeros de la Asamblea Departamental, sino que habría sometido a su familia y a sus dos hijos –Lucas, de 13 años, y Sergio, de 11– a la tortura de considerarlo secuestrado durante seis años y diez meses. Tal vez, ni siquiera los ‘falsos positivos’ llegarían a compararse con esta historia.
En todo caso, la teoría del autosecuestro es la que por ahora cree la Fiscalía. Y para sustentarla tiene por lo menos una prueba que considera prácticamente definitiva. Todo empezó cuando el CTI entregó en marzo, en el despacho del fiscal general, el informe sobre el computador de Alfonso Cano, que fue hallado en noviembre tras la operación militar en la que cayó abatido el entonces comandante de las Farc.
Entre los hallazgos había un video sin editar en el que aparecía una filmación del recinto de la Asamblea del Valle y varias presentaciones de distintas personas. Una de estas presentaciones, según el informe del CTI, llamó la atención de uno de los investigadores porque, por la voz, reconoció a Sigifredo López, con quien había tenido contacto regular. El asombro llegó cuando escucharon al hombre de la voz de Sigifredo exponer cómo funcionaba la seguridad del edificio de la Asamblea del departamento. Con un plano, expuesto de manera vertical y hecho a mano alzada, el hombre iba explicando ante la cámara quién ocupaba cada una de las oficinas, indicaba con flechas cuáles eran las rutas de ingreso y de salida y hasta la ubicación de cada diputado en las sesiones de la corporación. Incluso, señaló en dónde quedaba el CAI y la Policía y se refirió a ellos, según le contó a SEMANA uno de los investigadores, como “el enemigo”.
El video fue grabado en un recinto cerrado. La cámara se fija en el plano, no se ve si hay público y el expositor se ubica de tal manera que no se ve su cara. Sin embargo, en un corto momento el personaje se sale de la sombra que crea el contraluz y se alcanza a ver algunos rasgos de su cara y su perfil. Con estos dos elementos: la voz y el perfil, la Fiscalía le pidió a la Dijín, que tiene los mejores laboratorios del país y los más experimentados peritos en técnicas forenses, que hicieran dos pruebas científicas: un cotejo de voces y un estudio morfológico, es decir, una comparación del perfil del video con el de Sigifredo. SEMANA tuvo acceso a los resultados de las mismas.
Para el primer peritaje se tomó el audio del video y se comparó con el audio de una prueba de supervivencia de López cuando estuvo secuestrado y con una entrevista que dio inmediatamente después de su liberación. La conclusión es que “hay correspondencia en datos perceptuales y lingüísticos”. Los peritos explicaron que en las tres grabaciones, por ejemplo, se registra una particularidad constante: un problema de dicción con la letra ‘r’, no cuando está al principio de una palabra (como en ‘radio’), sino en el medio (como en ‘agricultura’).
Así mismo, para el análisis morfológico los forenses compararon el perfil congelado del video (del momento en que el expositor se deja ver de la cámara) con una imagen del exdiputado en postura similar sacada del video que hicieron las Farc cuando llevaban a los diputados secuestrados en una buseta. El análisis de las dos imágenes superpuestas en acetatos arrojó que “existe concordancia simétrica con los rasgos morfológicos presentes en la región buconasal, siendo individualizantes por la forma y características de la nariz y la boca. Igualmente, presenta bigote en las imágenes comparadas”. Es decir, según los investigadores, al superponerlas, las piezas coinciden milimétricamente en los puntos sobresalientes que son la nariz, el mentón y los labios, que en el caso de López son bastante particulares.
En conclusión, tanto el análisis de voz como el de imágenes indican que el expositor del video y Sigifredo López serían la misma persona. Sin embargo, es importante aclarar que estas dos pruebas técnicas permiten “individualizar”, pero por sí solas no alcanzan para “identificar” a una persona. En otras palabras, son elementos que –por la gravedad de los delitos involucrados– dan para ordenar una captura, pero no bastarían para consolidar una sentencia. Para esto se requiere certeza probatoria, una evidencia que solo se alcanza con la identificación plena que ofrece un análisis de la huella dactilar, la carta dental o una prueba de ADN. Como estos elementos son imposibles para el caso, lo que se hará es un cotejo acústico más complejo que partirá de una muestra tomada de manera directa en un estudio donde se podrán medir y comparar, con gran precisión, frecuencias, ondas y demás particularidades sonoras. En 15 días se estará practicado este examen que se considera tan determinante como una huella dactilar.
Independientemente de esta prueba, hay otros elementos tanto a favor como en contra del sindicado. Desde la masacre de los otros 11 diputados, en junio de 2007, hay quienes comenzaron a sembrar las dudas de por qué Sigifredo había quedado vivo. Tanto así que cuando salió libre esa fue una de las preguntas que con más insistencia le formularon los periodistas. Y ese sambenito lo ha perseguido hasta ahora.
Hay quienes sacan a relucir datos de su vida para tratar de confirmar esa macabra hipótesis. Por ejemplo, dicen que se inició en la izquierda, en el Moir. O que nació y cosechó su fuerza política en Pradera (Valle), municipio que la guerrilla pidió al gobierno Uribe como zona de despeje para un canje de secuestrados por guerrilleros. Y, más recientemente, lo señalaron de recibir apoyo de grupos ilegales (Rastrojos y Farc) en su campaña al Senado, razón por la cual la Fiscalía le abrió indagación el año pasado.
Sin embargo, para cada una de esas sospechas existe una posible explicación. Su paso por la izquierda fue en su adolescencia y rápidamente templó en el Partido Liberal, en la corriente de Carlos Holmes Trujillo. Ser de Pradera no significa automáticamente ser guerrillero. Y Antonio Navarro, hasta el año pasado gobernador de Nariño, aclaró: “Se comprobó que el doctor López tuvo una votación atípica alta, pero eran Rastrojos, no Farc”.
Pero esos terminan siendo simples detalles frente al interrogante de fondo: ¿qué sentido tiene que Sigifredo se hubiera autoflagelado en la selva y flagelado a su familia con su ausencia? En caso de que él realmente hubiera urdido el secuestro, ¿qué necesidad tenía de ir ese día a la Corporación a exponer su vida en un eventual cruce de disparos? ¿No habría podido faltar a la sesión, como ese mismo día lo hizo el entonces diputado Juan Carlos Abadía, quien se salvó del plagio?
Nadie deja de ver crecer a sus hijos ni vive siete años en la selva para sostener un cañazo. Si el propósito era que nunca sospecharan de él, lo lógico habría sido inventarse con la complicidad de las Farc un escape al poco tiempo del secuestro y luego aparecer de regreso a la civilización como ya lo habían hecho John Frank Pinchao y Fernando Araújo.
Uno de los investigadores intenta una explicación para este acertijo: “Él tal vez pensó que era un secuestro corto y que podría venir rápido un intercambio humanitario”. Otra posible interpretación es que las Farc, después de recibir su ayuda, lo engañaron y decidieron no liberarlo.
Sin embargo, todas esas hipótesis quedan sin piso ante unos correos hallados en el computador de Raúl Reyes, que SEMANA revela en esta edición y que, sin duda, constituirían la mayor prueba a favor de la inocencia de Sigifredo López. En ellos Alfonso Cano, que era el responsable de la zona del secuestro, y Timochenko se referían a él como uno más de los diputados plagiados.
En el primero de los correos, Cano le explica al Secretariado que la masacre se dio porque se encontraron dos unidades de las Farc: una atacó a la que tenía a los secuestrados pensando que eran ‘elenos’ y esta, al ser atacada, pensó que era Ejército y mató a 11 de los 12 secuestrados. En otro correo de Tirofijo dirigido a todo el Secretariado, el comandante de las Farc discute cómo manejar el problema ante la opinión pública. Según él, ante la realidad de la masacre accidental había dos opciones: 1) ocultar lo ocurrido hasta estar “en la mesa hablando del intercambio” o 2) decir que algunos guerrilleros habían desertado con los secuestrados y que en la persecución se había dado un combate y habían muerto. Cano le responde a este correo y el contenido de este mensaje podría ser la prueba reina de la inocencia de López. Este afirma que “tanto el jefe de la guardia de los retenidos, que es el jefe del frente 60, como el jefe del 29 frente atribuyen el hecho a la intensa tensión en que se debaten nuestras unidades por la confrontación permanente con el Ejército. Sobrevivió un diputado que estaba sancionado en otro sitio, el diputado sobreviviente no vio nada, solo escuchó”. Timochenko, el hoy comandante de las Farc, terció en ese entonces anotando “me inclino porque asumamos la responsabilidad de lo sucedido (…) Entiendo que quedó uno vivo. Si no hay problemas de seguridad, el comunicado lo podría llevar él”. Finalmente las Farc optaron por mantener secuestrado a López e informaron al país de la masacre en un confuso comunicado dos días después de la recomendación de Timochenko.
Teniendo en cuenta que ni Tirofijo, ni Alfonso Cano, ni Timochenko podían saber que sus computadores iban a ser incautados, la autenticidad de esos correos no está en duda. Y el peso de esta prueba a favor del acusado parece, por decir lo menos, tan contundente como el video que tiene la Fiscalía en su contra.
Pero hay otros elementos adicionales a favor de Sigifredo. Andrés Santamaría, hoy personero de Cali, dice: “Me resisto a creer que esa tesis de la Fiscalía sea cierta. Durante el secuestro de los diputados estuve al lado de las familias como defensor del Pueblo del Valle y pude percibir de primera mano la tragedia que significó para todos ellos y en especial para Patricia, la esposa de Sigifredo”. Agregó que él contrató a Patricia en la Defensoría porque sin el sueldo del diputado no tenía ni para comer ni para pagarles a sus hijos el estudio.
Las secuelas del secuestro sobre él fueron devastadoras: perdió varios dientes, se le estrechó la válvula aórtica del corazón y llegó con una hernia discal. “Basta con ver las imágenes de su transformación física durante el cautiverio para darse cuenta de que no estaba de paseo en la selva”, anota Fabiola Perdomo, esposa del exdiputado asesinado Juan Carlos Narváez, a quien le cuesta trabajo creer que el colega de su marido sea culpable.
Las imágenes del día de la liberación de Sigifredo López –antes de él, las Farc liberaron unilateralmente a Consuelo González y a Clara Rojas– provocan otro inmenso interrogante. Los colombianos fueron testigos en vivo y en directo de la manera como se le desencajó el rostro al ver a sus hijos. Sergio, el menor, se abalanzó con tanto impulso que casi lo tumba, para envolverlo en un abrazo enorme en medio de lágrimas. Entre todas las liberaciones que se han dado en Colombia tal vez no ha habido una más emocionante y más conmovedora que esta. ¿Era eso solo una comedia?
A esto se suma que, desde su regreso del cautiverio, Sigifredo López ha tenido múltiples expresiones de repudio contra la guerrilla. Desde el primer día, cuando fue liberado, dijo: “Esta liberación unilateral no es un gesto humanitario de las Farc, sino de Piedad”. Hasta sus tweets de los últimos meses donde, haciendo referencia al Marco para la Paz que hace trámite en el Congreso, dice “Un nuevo proceso de paz debe iniciarse sobre la base de la justicia, no de la impunidad”.
También escribió un libro –El triunfo de la esperanza– con ayuda del reconocido escritor Julio César Londoño. Este último le dijo a SEMANA que en las charlas que tuvieron Sigifredo “siempre se dirigió de manera muy dura, con mucha rabia contra las Farc”, en especial por los malos tratos que padeció. No dudó en incluir denuncias fuertes sobre prácticas específicas de las Farc como la del reclutamiento de niños y “relató cómo algunos de esos niños eran ajusticiados dentro de la misma organización”.
En el libro, por ejemplo, Sigifredo también cuenta cómo, el día en que las Farc asesinaron al gobernador de Antioquia Guillermo Gaviria y al exministro de Defensa Gilberto Echeverry, uno de los diputados que admiraba profundamente a Gaviria “se puso a llorar sin recato y de pronto empezó a gritarles a los guerrilleros: ‘¡A-se-si-nos! ¡A-se-si-nos! ¡A-se-si-nos!’. Nosotros tratamos de calmarlo pero, sin saber cómo, terminamos haciéndole coro: ‘¡A-se-si-nos! ¡A-se-si-nos! ¡A-se-si-nos!’”. Y continúa: “Uno de los guerrilleros le quitó el seguro al fusil y nos apuntó. Sus compañeros lo imitaron, eran por los menos 20 fusiles que nos apuntaban, pero nosotros gritamos más duro: ‘¡A-se-si-nos!, ¡a-se-si-nos!, ¡a-se-si-nos!’. Nos hicieron disparos al aire para amedrentarnos, pero nadie se movió. Éramos inmortales en ese momento”.
Julio Londoño concluye sobre sus charlas y el libro en general: “Ni el embustero más genial es capaz de inventarse una historia tan larga, con tanto detalle y tanta coherencia”.
¿Qué viene ahora? La Fiscalía hará durante los próximos diez días nuevas pruebas para ratificar los hallazgos del video. Y luego, si el material probatorio se robustece, se iría a juicio. De llegar a este, con peritazgos del video en su contra, se pondría sobre la balanza una prueba técnica que lo acusa frente a unos correos de la guerrilla y unas evidencias circunstanciales que lo exoneran. En la indagatoria del viernes pasado, el exdiputado negó haber participado del secuestro. Incluso lloró.
La Fiscalía dice que tenía que ordenar su captura porque por la fecha del secuestro este está cobijado por el sistema judicial anterior, en el que los delitos de homicidio y secuestro exigen la captura para la indagatoria. Si se confirma que Sigifredo López participó en su secuestro y en el de sus compañeros, estaríamos ante uno de los episodios más crueles y extravagantes en la historia del conflicto colombiano. Solo un psicópata o un fanático ideológico sería capaz de destruir a su familia de esta manera. Y si, por el contrario, acaba siendo inocente, a pesar de la rigurosidad con que ha trabajado la Fiscalía, la gente lo consideraría el mayor error de la Justicia colombiana desde que un señor de nombre Jazbún fue condenado por el asesinato de Luis Carlos Galán y pasó tres años en la cárcel sin tener absolutamente nada que ver con ese magnicidio.
fuente revista semana